VIAJE A MANILA 2014




En el mes de junio de 2014 viajé a Manila, justo después de mi último viaje a Israel.He tardado en escribir este relato porque fue, en principio, un viaje personal, de regreso a mis raíces. Un reencuentro con la memoria de mi madre recientemente fallecida, y también un viaje de despedida del último de sus hermanos por quien yo siempre sentí una especial debilidad, y cuyos viajes frecuentes fueron motivo de fiesta y alegría durante mi infancia.

Sin embargo, el viaje, además de haber supuesto para mí una experiencia cálida, de sentirme rodeada, acogida y agasajada por mi familia filipina/española, también estaba invadido, inevitablemente, por el aura de la guitarra que, desde siempre, ha entretejido los cimientos de mi vida. De hecho, mis primos Antonio y Gema, son los distribuidores de nuestras guitarras en Filipinas. Nada más apropiado que un próspero negocio que han creado de la nada, y que es puro arte. Mabolo, arquitectura de jardines, decoración floral, donde Antonio diseña y trabaja con hierro forjado, restaura muebles autóctonos antiguos, diseña obras de cristal soplado.... Y en medio de toda esa actividad creadora, subrayo, incesante, representan las Guitarras Ramírez.

Allí la vida amalgama todas las cosas, desde lo cotidiano a lo extraordinario, con una naturalidad asombrosa. Rodeados de flores (muchas peonías, mis favoritas), en Mabolo, elevaron dos de mis guitarras sobre unos preciosos soportes de madera que me enamoraron, y de los que mi primo me dio los planos del diseño para que yo pudiera reproducirlos, y dieron una fiesta para celebrarnos a todos,
en honor a mi tío, en honor a mis guitarras, en honor a la familia y también a los amigos que asistieron, algunos de ellos guitarristas excelentes, que estuvieron haciendo música hasta tarde.

Las comidas y las cenas en los restaurantes de mis primos Marisó y Juan Carlos –restaurantes muy recomendables, lástima que estén un poco lejos- , los cuidados de Antonio y Gema, que me acogieron en su casa, las atenciones de mis primos Iñaki, Lori, Annie, Maribel y Jaime, y la felicidad de poder estar con mi tío a quien ya no volvería a ver, me regalaron unos cuantos kilos de más, no sólo de bien comer, sino creo yo que de satisfacción desbordante. Ahora tengo claro que no pueden pasar otros veinte años hasta que yo regrese de nuevo a la tierra de mi madre. Y así lo prometí. Y lo cumpliré.




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