PUNTADAS HISTÓRICAS (C.3): LA GUITARRA ÁUREA



Nos contaba mi padre que, entre los muchos experimentos que hizo cuando ya fue oficial de primera en el taller de su padre, se animó a hacer su guitarra áurea. Sabiendo que la sección áurea se ha utilizado con mucha frecuencia en pintura,  así como también en la arquitectura clásica,  como puede verse en antiguas catedrales e iglesias, incluso en las pirámides egipcias, así como en algunos instrumentos de cuerda, decidió hacer sus propias pruebas. Y construyó su guitarra áurea, que resultó ser un artefacto extraño, bastante rectangular, que si se dejaba de pie en el suelo se sostenía sin ningún problema, con una estabilidad asombrosa para una guitarra. Y, según sus propias palabras, el sonido dejaba mucho que desear. Así que esa guitarra anduvo rodando por el taller hasta que mi abuelo la vendió, como solía hacer con todos los experimentos de mi padre, ya que lo que necesitaban era más ingresos y menos “trastos” –en la opinión de mi abuelo- Es una lástima, porque de haber conservado todos los experimentos de mi padre, aún los más locos, podríamos haber visto la evolución de la guitarra que más tarde hemos llamado “modelo Tradicional”. 

Lo cierto es que la guitarra áurea fue siempre una asignatura pendiente para mi padre, como solía contarnos a mi hermano y a mí, y aunque de cuando en cuando solía referirse a ella, nunca retomó ese camino, al menos aparentemente.

No obstante, debo decir que mi padre tenía una personalidad compleja, rica y algo proclive al misterio, y aunque le gustaba hablarnos a mi hermano y a mí de sus experimentos y del por qué de algunas de las cosas que había hecho o que planeaba hacer, a veces pienso que le gustaba mantener un rinconcito secreto donde guardaba información que nunca nos transmitió, y que de forma accidental, en algunas ocasiones, he ido descubriendo para mi sorpresa. Una de esas cosas es que la plantilla de la guitarra Tradicional, desarrollada por él, está compuesta por numerosas proporciones áureas repartidas en la totalidad del instrumento, en sus curvas y en sus rectas, ocultas dentro y fuera de ellas, presente en la separación entre puntos clave y en el por qué de las distancias.

Pero este descubrimiento me vino dado a partir de ponerme yo misma a hacer mi propio experimento áureo. Pensando en la guitarra rectangular que resultó de su primera experiencia, llegué a la conclusión de que mi padre había sido excesivamente literal en la aplicación de la sección áurea, demasiado puro. Así que hice mi propio diseño y construí mi guitarra áurea, centrándome más en las curvas que en las rectas. El resultado fue una guitarra con una caja muy, pero que muy larga. En cierto modo parecida a las guitarras del siglo XIX, sólo que más grande, pero a diferencia de éstas, no es en absoluto ergonómica. En honor a la verdad, no es nada fácil tocarla, porque uno no sabe exactamente cómo ponérsela y hacerse con ella, y cuando lo consigue, me temo que no es por mucho tiempo. Su forma exige una posición bastante indecorosa e indudablemente incómoda. Pero su sonido es encantador, dulce y equilibrado.

Conservo esta guitarra en mi tienda, porque me gusta, y porque es mi primer paso en un camino que, aunque por ahora suspendido, tengo intención de retomar. En esta ocasión usando el criterio de algunos constructores de catedrales e iglesias que empleaban la proporción áurea en zonas, en partes independientes, pero al mismo tiempo respetando su relación con el resto.  Porque es la proporción perfecta del universo, la proporción del ser humano, la divina proporción, y porque es un número irracional que continúa hasta el infinito si formar nunca un patrón repetido. ¿Qué mejor para construir un instrumento tan encantador, multifacético, misterioso e impredecible como es la guitarra? Es un reto muy tentador.

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